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"Las finanzas son como los idiomas. Es necesario conocer su léxico y su gramática, pero un cierto grado de autoconfianza y extroversión resulta imprescindible para hablarlos con fluidez. "
Adquirir una educación financiera básica tiene un efecto empoderador, afirma Laura Núñez Letamendia, profesora e investigadora en la IE Business School de Madrid.
Según ella, la eduación financiera, no solo ayuda a tomar mejores decisiones económicas, también refuerza la confianza que las personas tienen en sí mismas como agentes económicos eficientes y válidos.
Sánchez, Núñez y Ana Cristina Silva, profesora de finanzas en el Merrimack College de Massachusetts, analizan el ahorro familiar y el impacto que la economía doméstica tiene sobre la salud y el bienestar de las personas.
Consideran que tanto las estrecheces económicas objetivas como la sensación de que no se tiene un pleno control de los recursos disponibles o de lo que implican decisiones financieras cotidianas son, para muchas personas, motivo de insatisfacción, estrés o angustia.
Impulsar la educación financiera en las personas, abre las puertas al ahorro
El intenso sufrimiento social que causa la crisis , un sufrimiento que se debe a causas, en su mayoría objetivas, pero que podrían paliarse con algo más de empoderamiento financiero.
La hipótesis es que el conocimiento de una serie de conceptos básicos, siendo muy importante, no garantiza por sí solo una toma de decisiones adecuada. También intervienen otros factores que hacen que esta correlación resulte bastante más compleja de lo que podría parecer a simple vista.
Es importante analizar los conocimientos que tiene la población sobre conceptos financieros básicos como inflación, diversificación e interés simple y compuesto. Ese conocimiento se debe cruzar con variables como el nivel de ahorro y de deuda de las familias y también cómo se sienten, su grado de satisfacción subjetiva con el control que tienen sobre sus finanzas y el nivel de empoderamiento financiero.
El empoderamiento definido como la confianza de cada persona en su capacidad para llevar a cabo gestiones financieras, resulta crucial. No tiene por qué coincidir de manera exacta con el nivel objetivo de conocimientos, aunque sí se aprecia una cierta correlación. Se puede comparar a lo que ocurre con el uso práctico de un idioma extranjero, no siempre los que tienen mayores conocimientos de léxico o gramática son los que mejor se manejan en conversaciones. Influye también el grado de extroversión, facilidad comunicativa, proactividad y actitud positiva de cada individuo.
Los extrovertidos financieros, los que tienen una gran confianza en su forma de administrar la economía del hogar o de obtener las mejores condiciones cuando solicitan un préstamo o crédito hipotecario, necesitan una base sólida para que el exceso de confianza no les induzca a tomar malas decisiones.
La satisfacción como vara de medir
Se usa la escala del bienestar de la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor, CFPB, por las siglas en inglés de Consumer Financial Protection Bureau.
Este índice mide el grado de vulnerabilidad y salud financiera de los estadounidenses y lo aplican a los resultados de la encuesta a 1.500 hogares españoles que el Observatorio del Ahorro Familiar realizó en marzo de 2021.
A partir del diagnóstico que ambas herramientas les proporcionan, aspiran a fortalecer la seguridad financiera de las familias, aportándoles no solo conocimientos útiles, sino también la confianza necesaria para utilizarlos.
Existen una serie de conclusiones provisionales.
La primera, que la educación financiera en los ciclos formativos de niños y adolescentes tal vez no se esté impartiendo de manera óptima. En el actual sistema, vigente con matices tanto en España como en Estados Unidos, un profesor llega un día y explica a los niños una serie de conceptos básicos, pero que poco o nada tienen que ver con sus vidas. Al año siguiente, viene otro e intenta explicarles otro par de conceptos, más elaborados, cuando lo más probable es que ni siquiera recuerden los anteriores.
Una mejor alternativa sería un modelo de aprendizaje con mayor continuidad y más experimental que didáctico.
Se trata de que todos los ciudadanos cobren conciencia desde niños del enorme papel que la economía va a jugar en sus vidas.
La educación financiera básica que todo el mundo debería recibir, tendría que partir de conceptos muy sencillos de entender cuando los aplicas a casos prácticos y que ni siquiera exijan una base matemática sólida.
Estudiantes de finanzas que cometen errores de principiante
Su proyecto es también un intento de contribuir a la necesaria transferencia de conocimiento desde las aulas universitarias al conjunto de la sociedad: “Nociones así resultan tan esenciales que no pueden quedarse en las aulas”.
A veces, según especifica Silva, ni siquiera los alumnos universitarios tienen un grado de ilustración financiera adecuada: “Con frecuencia pasan de los cuatro conceptos abstractos y superficiales que les enseñaron en la infancia a conocimientos técnicos muy específicos, pero la verdadera educación financiera básica, la que de verdad resulta útil para la vida, queda en un limbo intermedio”. Muchas personas la adquieren “a golpes” en cuanto empiezan a actuar como agentes económicos autónomos.
Eso explica que algunos de los alumnos de Silva en Massachusetts, “universitarios estadounidenses con buenos expedientes que cursan estudios financieros superiores” cometan errores de principiante como “perder sus ahorros en inversiones tan especulativas y volátiles como las criptomonedas”. Lo hacen por curiosidad, por la predisposición al riesgo de los jóvenes o por una fe supersticiosa en la cultura del enriquecimiento rápido, pero también “por desconocimiento de la lógica financiera más elemental”.
Lo peor, en su opinión, es que estos fracasos precoces pueden generar en ellos un efecto de aversión excesiva al riesgo financiero. Pueden desalentar la cultura del emprendimiento, porque un verdadero emprendedor “asumirá riesgos, aunque siempre calibrándolos con información y sensatez”. Los programas educativos del futuro deberían elaborarse, según las investigadoras, “partiendo de métricas que evalúen con la máxima precisión posible los resultados que obtienen en función a unos objetivos concretos predeterminados”.
No hay capacidades inoxidables
Las capacidades financieras son como las informáticas, dependen del uso frecuente, se oxidan si no se practican.
Están al alcance de cualquiera, pero hay que refrescarlas y ejercitarlas.
El primer objetivo es ayudar a las familias a ser resilientes desde el punto de vista económico, a poder hacer frente a sus gastos ahora y en el futuro.
El segundo, empoderarlas y aumentar su grado de satisfacción subjetiva.
Sin resiliencia no hay empoderamiento. Pero la resiliencia por sí sola no asegura ese extra de bienestar que proporciona saberse capaces de controlar de manera eficiente tus propias finanzas.
Los hombres muestran mejor conocimiento de la diferencia entre un interés simple y compuesto, pero las mujeres entienden mejor el concepto de inflación, que es el que tiene más impacto sobre las economías domésticas. Esto podría hacer pensar en que ellas siguen encargándose en mayor medida de la intendencia del hogar y, por tanto, dan prioridad al learning by doing (conocimiento basado en la experiencia) sobre la teoría. Pero otra posible explicación, podría ser que las mujeres tienen mayor tendencia a contestar “no lo sé” cuando tienen conocimientos parciales o no muy firmes de un asunto concreto. Los hombres son, en general, algo más asertivos, menos prudentes y tienden a sobrevalorar más sus conocimientos.